El precio oculto que estamos pagando todos
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El mundo va rápido. Queremos todo AHORA. Pero, ¿cuánto nos cuesta ese “ahora”? ¿es gratis esa inmediatez, o tenemos que pagar por ella todos, niños, jóvenes y adultos, algún tipo de precio?
En la mayoría de cosas, no creo que paguemos nada. Que podamos tener todo antes es estupendo. Pero hay una pequeña categoría de cosas en las que el precio que se paga es muy, muy alto. Son las cosas buenas. Las buenas de verdad, las que son tan buenas que necesitan tiempo y esfuerzo para conseguirse.
Y resulta que esas son las cosas que queremos de verdad, porque todo lo que no cuesta nada y queremos de verdad ya lo tenemos (salvo que alguno tenga un punto masoquista, claro). Ejemplos de este tipo de cosas que queremos pero necesitan tiempo y esfuerzo hay muchas: conseguir un tipo de trabajo, aprender a tocar un instrumento o desarrollar alguna habilidad especial, levantar un negocio, tener buenos amigos, construir una familia feliz…
Todas ellas tienen en común que son estupendas, y todas ellas tienen en común que no se consiguen en un momento. Pero si nos acostumbramos a que todo lo queremos conseguir YA, ¿seremos capaces de esperar y trabajar lo suficiente como para conseguir estas cosas tan estupendas?
Ese es el verdadero precio de la inmediatez del siglo XXI. Muchos perdemos la capacidad de esperar y trabajar por las cosas que nos harán verdaderamente felices. Nos pasa ya a muchos adultos, pero les pasa aún a más niños. Por eso es tan importante trabajar la paciencia, la capacidad de aguantar los inconvenientes, la constancia para seguir trabajando en lo que sabemos que será bueno.
Si no lo hacemos, las consecuencias será terribles. Las generaciones futuras tendrán cada vez más cosas de las que solo provocan una pequeña alegría, pero menos de las que proporcionan la verdadera felicidad.
Esta reflexión me ha venido a la cabeza a raíz del cuento que hemos publicado hoy “Las interminables obras de Ratonville”. Me produce una gran pena ver constantemente a mi alrededor la creciente cantidad de familias que se rompen solo por la inmediatez, por no aguantar una crisis o un problema que no se resuelve en unos pocos días. Sobre todo porque quienes tenemos alguna experiencia en el tema, sabemos que a las parejas les esperan momentos mucho mejores que esos momentos iniciales de emoción y entusiasmo que parecen insuperables. Pero para ello hay que evolucionar, y esa evolución se consigue a través de las crisis. Si estás pasando por una de esas crisis, leéte el cuento, y recuerda que las crisis no son otra cosa que ese periodo en el que la casa está en obras, para tirar lo que ya no sirve y construir en su lugar algo mucho mejor ¿O acaso se puede transformar una casita en un gran palacio sin llenarlo todo de grúas y cemento?