¿Cuánto tiempo podrás aguantar viendo a tu hijo fracasar?

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Antes de seguir leyendo, piensa la respuesta a esta pregunta. De ella dependerán una buena parte de tus éxitos como padre o madre. Si has respondido cualquier cosa distinta de "lo que haga falta", sigue leyendo, porque el artículo de hoy trata sobre ayudar a los niños a fracasar.


La gestión del fracaso es una de las principales tareas del educador, mucho más que la del éxito, puesto que quien está aprendiendo constantemente, como es el caso de un niño, deberá pasar continuamente por el fracaso y el error. Y de esos errores y fracasos, extraerá las experiencias que le permitan llegar después al éxito y el acierto. Esto es así hasta el punto de que una cualidad fundamental a la hora de educar es la capacidad para descubrir y construir "fracasos controlados". Un fracaso controlado funciona exactamente igual que una vacuna: es lo suficientemente fuerte como para aportar una lección importante que deja huella, pero lo suficientemente débil como para que no tenga secuelas significativas.


Pero para llegar a manejar fracasos controlados, uno debe aprender a convivir con la idea de que sus hijos van a fracasar con frecuencia, y de que debe propiciar y facilitar ciertos fracasos. En nuestra sociedad actual, tan emborrachada por la búsqueda del éxito rápido y las apariencias, muchos padres no somos capaces de tolerar esos pequeños fracasos. A veces es la impaciencia, a veces el orgullo, y ese extraña sensación de que los fracasos de un hijo son nuestros propios fracasos. Por eso corremos a estudiar y trabajar con el niño tanto como haga falta a fin de evitar un suspenso, le "ayudamos" con sus manualidades para conseguir una maqueta mejor que la de los demás niños (ninguna de las cuales parece hecha por un niño), o triplicamos de pronto el castigo prometido cuando vemos que decide saltarse las normas y aceptar el castigo que tocaría por no cumplirlas. Y eso por no hablar de las comparaciones: como el niño del vecino sepa atarse los cordones y el nuestro no...

La educación es un proyecto a largo plazo; dura un montón de años. Tantos, que realmente nunca termina. Por eso, pocas cosas más peligrosas hay en la educación que tener una visión cortoplacista. Y, sin embargo, cuando por miedo, orgullo o vergüenza tratamos de impedir a toda costa que nuestros hijos fracasen, hipotecamos su futuro: les estamos dejando sin vacunas por el miedo a un pinchazo pasajero. Y, como con la salud, en la educación el problema de no estar "vacunado"no se ve el día de la vacuna, sino cuando aparece la enfermedad grave y las vacunas ya no sirven para nada. Entonces es cuando uno se pregunta ¿cómo ha podido pasar esto? ¡Si yo quiero a mi hijo! ¡Haría cualquier cosa por él! ...

¿Lo hiciste? ¿lo dejaste fracasar y aprender de sus errores? ¿creaste un entorno controlado donde sus fracasos no tuvieran efectos graves? A quien piense que propiciar situaciones (¡sí, sí, crearlas a propósito, o estar atento para aprovechar las que se presenten!) para que un hijo aprenda de sus errores es antinatural, que lo normal sería que un padre y una madre protejan a sus hijos de cualquier daño, les diré que tienen razón: es antinatural. Tan antinatural como las vacunas, pero tan bueno como ellas. Por supuesto, siempre puede haber quien piense "quiero a mi hijo, haría cualquier cosa por él, menos llevarlo al médico, no sea que lo pinchen y sufra un poquito". Pero, sinceramente, espero que sean muy pocos.
 

Algunos ejemplos prácticos de Fracasos Controlados.

Un fracaso controlado es una "trampa" que preparamos de forma específica para que nuestros hijos aprendan alguna lección. Es fracaso porque es algo que para el niño es importante, y le supondrá enfado y frustración, y es controlado porque sabemos que las consecuencias no serán graves (para los despistados y exagerados:, dejar que un niño de dos años cruce solo la calle, y "si le pilla un coche, que aprenda" No entra en la categoría de "fracaso controlado" :-). Por supuesto, si el niño finalmente no cae en la trampa y "supera" la prueba, mejor que mejor: significará que está más preparado de lo que pensamos. Pero si falla, lo hará de forma controlada. Para aclarar un poco más la idea, aquí van algunos ejemplos. Estoy seguro de que en seguida se te ocurrirán muchos más.
 

  • Fracaso controlado nº 1: "el examen de la vergüenza" Cuando un niño va bien en los estudios, nos parece aún más horrible la idea de que suspenda. Pero es muy posible que un suspenso sea una excelente vacuna para este tipo de niños: les protegerá de la soberbia y les hará ver la necesidad de mantener un ritmo de trabajo constante "incluso a ellos". Si percibimos que se confía en exceso, y solo estudia el último día "porque es muy inteligente" podría ser un buen momento para preparar por sorpresa un par de compromisos familiares de tarde que le impidan estudiar los dos días anteriores a algún examen importante. Si la cosa termina en un "suspenso controlado", seguramente aprenda una valiosa lección. Para los padres, que tanto nos gusta comparar y presumir con las calificaciones de nuestros hijos, no será ló más placentero, pero es que por un hijo hay que estar dispuesto a tantas cosas... :-)
  • Fracaso controlado nº 2: "El juguete desaparecido". Para un niño impaciente puede ser muy difícil postponer las cosas. Podría "vacunarse" contra la impaciencia con el siguiente "fracaso": compramos aquella cosa (juguete, consola, aparato electrónico) que más desee, y lo dejamos en casa, bien visible, pero sin poderlo utilizar durante algún tiempo, buscando alguna razón para ello (por ejemplo, "he apostado con un amigo a que eras capaz de tener esta Wii durante un mes sin tocarla en casa: si lo consigues, nos la quedamos, y si no, se la devolvemos"). Si pasado ese tiempo no lo ha utilizado, será suyo. Si no lo consiguió, pero meses después ves que ha aprendido la lección y está preparado para superar la prueba, no dejes de darle la oportunidad de conseguir su juguete favorito.
  • Fracaso controlado nº 3: "el ahorro imposible". Si tenemos un niño al que le cuesta ahorrar porque gasta el dinero sin cuidado, podemos asignarle una cantidad semanal para realizar dentro de unas semanas algún plan especial que le apasione con ese dinero (ir a un parque de atracciones o a un parque acuático, montar a caballo, acampar en la montaña, etc..). Si la cantidad que recibe está ajustada al coste de la actividad, es probable que no consiga ahorrar lo suficiente y no pueda realizarla cuando llegue el momento, mientras el resto de la familia sí lo haría. Si ves que ha aprendido, en el futuro deberías darle alguna otra oportunidad de demostrar su capacidad de ahorro.

Advertencias

Diseñar "fracasos controlados" no es difícil, pero tampoco es fácil. Hay que tener cuidado de no enfrentar al niño con tareas imposibles que no solo lo desanimen, sino que le hagan perder la esperanza, sin olvidar protegerlo de los fracasos descontrolados. Calcular en nivel y la intensidad de las "trampas" también requerirá de cierta práctica, así que es normal que intentemos cosas que no funcionen o que haya que retirar rápidamente (pero, bueno, no pasa nada, para eso estamos entrenando para el fracaso, ¿verdad?). Pero lo más importante de todo es mantener claro el objetivo de lo que hacemos: educar a los niños... porque los queremos. Por eso, aunque les vayamos a dejar darse un coscorrón, pasar un poco de vergüenza, o llorar por una fiesta perdida, nunca debemos dejar de lado el cariño y la sincera preocupación por lo que les pasa. Solo así, pensando en grande, pero con el corazón bien despierto, podremos ser auténticos padres y madres que hacen lo mejor para sus hijos.