Las 4 formas más comunes de perder autoridad ante los hijos sin darse cuenta

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Autoridad y respeto a uno mismo

Una de las cosas de las que más nos quejamos los padres de hoy día es de que los hijos no respetan la autoridad. Pero muchas veces no es más que un comportamiento imitado ¿Acaso respetamos los padres nuestra propia autoridad?

 

Y no me refiero aquí a las autoridades externas (si un padre o una madre no respetan al resto de figuras de autoridad, o las ignoran o se mofan de ellas, ¿cómo pueden esperar que sus hijos respeten a su principal figura de autoridad?). A lo que me estoy refiriendo aquí es a su propia autoridad. Muchos padres y madres hablan con tan poca convicción, con tan poca energía y entusiasmo, con modos tan inapropiados, que muestran muy poco respeto por lo que ellos mismos dicen. Y si yo mismo no muestro respeto a lo que hago, ¿cómo esperar que otros lo muestren?

 

Desgraciadamente, estas faltas de respeto a lo que hacemos nosotros mismos son a menudo involuntarias y tan comunes que se hacen imperceptibles. Por eso hoy traigo aquí una pequeña lista de faltas de respeto a la propia autoridad… precisamente mientras se trata de ejercer.

 

1.- No respeta las órdenes que da quien aplica tan poca energía para pedir que no deja lo que está haciendo, ni se acerca al niño, ni se pone a su altura… En definitiva, quien espera ejercer autoridad “desde la barrera”, sin mojarse; o desde lejos, como si se tratara de algún antiguo tirano. Si lo que decimos es importante, hay que mostrarlo dándole importancia.

 

2.- No respeta lo que dice quien se toma a sí mismo tan poco en serio, que sus palabras se las lleva el viento. Quien dice que va a hacer algo y no lo hace, o quien dice lo primero que se le ocurre porque no se siente obligado a realizarlo ¿cómo puede pensar que vayan a hacerlo otros? Aprende a tomar en serio lo que dices cumpliendo tus palabras o amenazas: no solo tu palabra tendrá algún valor, sino que pensarás mejor lo que dices y ganarás en prudencia.

 

3.- No respeta lo que dice quien tiene que decirlo a gritos, como si lo que dice no tuviera la suficiente importancia por sí mismo, y necesitara de un altavoz. Si el volumen tiene más importancia que el propio mensaje ¿por qué iba nadie a tomar el mensaje en serio?

 

4.- Tampoco respeta uno lo que ordena cuando lo repite una y otra vez ¿Cuándo algo puede considerarse importante? ¿A la tercera? ¿A la quinta? ¿A la décima? Las palabras pierden importancia cuando se repiten muy seguidamente; entonces lo único que cuenta es la pesadez o la impertinencia, y el mensaje pasa a segundo plano, dejando claro que no es importante.

 

Estos son solo unas sencillas muestras del inmenso poder del ejemplo, pero en este caso para mal. Por eso, si cuando queremos quejarnos de lo poco que respetan los pequeños nuestra autoridad, resulta que nosotros mismos podemos incluirnos en ese grupo de irrespetuosos, entonces lo mejor será dejar de quejarse, asumir nuestras propias actitudes como el origen de esa falta de respeto, y tratar de cambiar las cosas a través del buen ejemplo: ese en el que se respeta la autoridad empezando por la de uno mismo.