¿Podrías estar enseñando a tus hijos otros valores sin saberlo?
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Una de las cuestiones que más preocupa a muchos padres
actualmente son los valores que tienen los jóvenes. Por
todas partes se oye que la inmediatez, la incapacidad para
esforzarse o la irresponsabilidad ocupan un lugar destacado entre
los "valores" de una parte importante de la juventud. Sin embargo,
cuando oímos hablar a padres, maestros y adultos en
general, son pocos los que admiten tener esos valores. Entonces, ¿de dónde están
saliendo los valores de la juventud actual? ¿Cuál
es la fuente de la que beben? En esta reflexión
en voz alta me gustaría desvelar algunas de esas fuentes.
Lo más destacable es que no son verdaderas fuentes, grandes
y bien visibles por todos, sino pequeños manantiales que
aparecen aquí y allá sin apenas darnos cuenta...
Para iniciar esta búsqueda de manantiales, empezaremos por estudiar los valores
de los adultos, ya que tan claros tenemos los de nuestros
jóvenes. No obstante, si preguntamos a los jóvenes
cuáles son sus valores, pocos mencionarán la
inmediatez, la incapacidad para esforzarse o la irresponsabilidad.
Esto es muy interesante, pues esta diferencia entre los valores
que uno dice tener, y los que realmente muestra -los
auténticos-, resulta que no es exclusiva de los
jóvenes. Así que deberíamos hacernos el
examen nosotros los adultos.
¡Examen de valores! ¿Eso como se hace? Pues muy
fácil: basta con analizar
las decisiones que tomamos durante el día, y elegir
aquellos valores que son los que de verdad influyen al decidir.
Te invito a hacer tu propio examen de valores, aunque te advierto
que los resultados pueden ser sorprendentes, y no gustarte en
absoluto. De hecho, tras una de estas pruebas, suelen colarse en los primeros
puestos de nuestras listas de valores algunos bandidos que nunca
esperaríamos encontrar ahí. He aquí
tres de los más "habituales" de estas listas:
- Cansancio o nivel de energía: sorprende saber la cantidad de cosas que dejamos de hacer por estar cansados. Este valor "destroza" la mayor parte de los valores tradicionales en sus enfrentamientos directos, pues cuando estamos cansados dejamos de lado el juego con los hijos, la comunicación en la pareja, las relaciones con los amigos, la fe... cosas que solo atendemos si nos sentimos llenos de energía. Decididamente, en muchas ocasiones el cansancio es el valor fundamental.
- Impaciencia y prisas: nuevamente sorprende descubrir que cuando tenemos prisa, pasamos por encima de razones, verdades, familia, amigos, hijos, educación... ¿No hemos visto muchas veces cómo los padres nos ponemos como locos y exigimos el triple a los niños cuando tenemos prisa?¿o vamos tras ellos haciéndolo todo, aunque estén aprendiendo a valerse por sí mismos? Las prisas incluso nos enfrentan con otros vecinos y ciudadanos. Sin duda, porque para muchos de nosotros las prisas terminan siendo más importantes que la educación, el buen ambiente familiar o el respeto...
- Inocencia o "culpa ninguna": este es otro valor increíblemente común entre los adultos. Para mostrar nuestra inocencia ante cualquier hecho que ocurra, podemos echar tierra sobre quien sea, o excusarnos de mil y una formas ¿No habéis visto nunca a un padre echar las culpas a los niños porque la familia llega tarde a alguna cita? está claro que para ese padre su inocencia es un valor más importante que la unidad familiar, por ejemplo. Y eso por no hablar de los muchos comentarios sobre "ese mal compañero", "el jefe" o "los políticos", culpables ellos de todos nuestros males.
Hay muchos más valores furtivos que se descubren por nuestra forma de actuar, pero estos son un buen ejemplo. Y nos sirven para equilibrar las cosas, porque igual que teníamos los valores de una buena parte de la juventud actual, ya conocemos los valores de una buena parte de los adultos. Eso sí, ahora lo que tenemos son los valores reales que observamos en el comportamiento del día a día, no los que cada uno dice tener o desea. Y sobre estos valores, podemos empezar a descubrir los manantiales de los que bebe la juventud.
- La impaciencia es el manantial de donde bebe el deseo de inmediatez de los jóvenes. Si los adultos pueden "transformarse" cuando tienen prisa, ¿por qué yo no? ¿Por qué no exigir todo aquí y ahora? Resulta difícil responder a esa pregunta después de haber insultado al coche que circula despacio delante de nosotros, o de haber gritado a nuestra pareja solo por llegar cinco minutos tarde a algún evento insignificante... ¿Es bueno querer hacer las cosas a tiempo y puntualmente? Sin duda ¿es eso más importante que el cariño, el respeto o las personas que nos rodean? de la respuesta dependerán tus valores... y los de tus hijos.
- La irresponsabilidad de los jóvenes encuentra manantiales abundantes en nuestras excusas y nuestra inocencia inmaculada a prueba de bombas. ¿Cómo pedirle a un joven que se aplique en los estudios y no se escude en las manías de los profesores, o el infortunio si todo lo malo que pasa en nuestras vidas es culpa del político de turno, aunque haya cambiado diez veces? ¿Cómo decirle a los jóvenes que se hagan cargo de sus errores, y que dirijan sus vidas, si luego contamos a los cuatro vientos que toda nuestra desgracia es culpa de un funcionario incompetente o un jefe que no está a la altura?
- Por último, la falta de capacidad para el esfuerzo de la juventud encuentra el manantial de manantiales en nuestra actitud frente al cansancio, tan difícil de distinguir de la simple "falta de ganas". Si un padre llega a casa y sus hijos le piden que juegue un ratito con ellos, y toda la respuesta que encuentran es "dejadme descansar un poco, que vengo molido del trabajo", ¿cómo puede esperar que sus hijos encuentren energía para ponerse a estudiar, en lugar de imitar las maneras de su padre?¿acaso no pueden ellos estar cansados de correr y jugar durante todo el día?
A la vista de todo esto, parece claro que los valores de los jóvenes no surgen de la nada, sino de pequeños manantiales que creamos los adultos con nuestros actos. Por supuesto, no pasa nada por crear algún pequeño manantial de cuando en cuando. Todos somos humanos y con un poco de suerte no lo descubrirán y quedará enterrado en poco tiempo. Pero si no tenemos cuidado con lo que hacemos y decimos, si llenamos todo nuestro entorno con estos manantiales, no solo será fácil encontrarlos, sino que será casi imposible evitar que nuestros jóvenes se ahoguen en ellos...
¿Por donde empezar? Pues hagamos hoy mismo nuestro examen de valores. Descubramos si lo que hacemos refuerza lo que creemos. Y si no es así, pongámonos en marcha para cambiarlo. Y para quienes aún no sepan por dónde empezar, aquí van tres buenas ideas:
- Aprendamos a vivir cansados, y a disfrutar de las cosas estando cansados.
- Tengamos más paciencia y dominemos las prisas.
- Dejemos de echar las culpas fuera. Es difícil, pero para empezar basta con hacer un esfuerzo por no hablar mal de los demás. Así, en el peor de los casos, simplemente no hablaremos ni de los políticos, ni del jefe.
Comentarios
Me encanto esta reflexiòn y
Me encanto esta reflexiòn y todo el material que tienen y comparten con nosotros. Excelente trabajo. Desde Mèxico Marcela una madre comprometida con la educaciòn de dos angeles. MIL GRACIAS.
Este blog es genial
Este blog es genial
Excelente reflexión, hermano.
Excelente reflexión, hermano. Un abrazo desde Panamá.