La exigencia amable como motor del desarrollo y la educación

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"En tus metas están tus límites". "Busca tus imposibles sólo un poco más allá de tus objetivos" Supongo que alguien importante habrá dicho alguna vez citas como estas, y si no lo ha hecho debería hacerlo ya, para que pueda citarle :-)
Estas frases reflejan el aspecto clave del desarrollo y el progreso humano, que se resumen en una palabra mágica: exigencia. Alguno ya está desconectando. Ten paciencia, porque no quiero hablar de la exigencia tradicional, ni dar el típico sermón sobre el esfuerzo y la pérdida de valores. No; hoy quiero hablar de por qué tiene mala fama la exigencia, de por qué la considero tan importante, y del enfoque que se le debería dar hasta convertirla en "exigencia amable"; porque para mí, la exigencia es un arte muy positivo.

Vayamos por partes. ¿Por qué tiene tan mala fama la exigencia? Pues no diría yo que sea culpa suya, sino de las malas compañías; la exigencia, desde hace muchísimo tiempo, ha estado muy ligada al esfuerzo, hasta el punto de ser pareja casi formal, y el esfuerzo sí que es un tipo con mala fama (y con cierta razón, pero de ello hablaré en un artículo que estoy preparando sobre el esfuerzo y la motivación). Sin embargo, no es necesario ligar la exigencia con el esfuerzo. Por ejemplo, un niño que juega a la consola se exige continuamente, pasando cada vez a un nivel superior del juego, sin que eso suponga ningún esfuerzo para él (por cierto, los videojuegos son un perfecto manual sobre cómo aplicar la exigencia, como luego veremos). En definitiva, la exigencia tiene tal importancia y entidad, que merece su espacio dedicado.Porque, como decía la frase con la que comenzaba el artículo, nuestros límites están en nuestros objetivos. Cuando al conseguir un objetivo, nos damos por satisfechos y nos dejamos llevar por la inercia estamos, inconscientemente, limitando nuestra capacidad de conseguir más y mejores metas. Si para la educación de mi hijo mi objetivo es que no robe, no será generoso, o si mi meta es que hable bien sólo el español, no será bilingüe.Te invito a repasar tu propia vida, seguro que puedes recordar algo que dejaste en su punto sólo porque conseguiste tu meta inicial y no te propusiste ninguna nueva. Y aquí es donde aparece la exigencia, que es la capacidad de fijar objetivos más ambiciosos cada vez. Este exigencia es el arma perfecta, la herramienta indispensable que nos permite avanzar pasito a pasito. Si dominamos el arte de la exigencia, podremos moldear nuestros objetivos poco a poco, de forma que mientras conseguimos la recompensa de un objetivo cumplido, al mismo tiempo podemos seguir avanzando y desarrollándonos.

Durante la educación, donde hablamos expresamente de desarrollar personas, saber ser exigentes y enseñar a los niños a autoexigirse se convierte así en una de las tareas más importantes, ya que condicionará todo el desarrollo futuro, tanto de habilidades como de conocimiento. Por eso es importante saber separar la exigencia del esfuerzo, y enseñarlas de forma independiente: exigirse es más importante que esforzarse, y es más fácil enseñar la exigencia que el esfuerzo, de forma que si no las separamos, lastramos la enseñanza de la exigencia con las pegas de algo menos importante pero más difícil.
Aquí es donde hay que ser prácticos ¿y que es la exigencia? ¿cómo se enseña? Yo la definiría así: la exigencia es el arte de plantear un nuevo objetivo mientras se disfruta la consecución del anterior, formando parte del premio. Saber aplicar estas palabras tiene una fuerza enorme, ya que al realizar repetidamente este replanteamiento de metas, el propio acto de la exigencia se convierte en una parte de la celebración de los éxitos, precisamente la mejor: el premio. Por eso debe hacerse como parte de la celebración, no con la idea de "aguar la fiesta". Por ejemplo, supongamos que nuestro hijo va retrasado en sus clases de natación, y finalmente consigue progresar y matenerse a flote. Podríamos exigirle diciendo: "venga, que has sido el último en flotar, a ver si empiezas a nadar, que ya lo hacen todos menos tú"; sin duda, eso es exigir al niño, y podremos conseguir que mejore, pero no se hace como parte de la celebración, sino como parte de una humillación; para este niño, cada nuevo objetivo irá asociado a pequeñas humillaciones, y no será raro que él mismo nunca se exija de forma autónoma. Sin embargo, si exigimos diciendo "estupendo, ahora que ya sabes flotar, puedes empezar a aprender a nadar", el nuevo objetivo se convierte en el premio por haber progresado, y nada nos hace más ilusión que perseguir un premio. ¿Ves ahora por qué los videojuegos son tan buenos exigiendo, y no requieren esfuerzo? ¡celebran que completas un nivel simplemente dándote acceso a un nivel superior! -y si acaso proporcionándote algunas nuevas armas que has obtenido en el nivel anterior-; como decía, son un manual de exigencia amable.

Por eso digo que tiene mucho de arte, porque requiere buenos reflejos e imaginación. Reflejos y alerta, porque cualquier oportunidad perdida de proponer un nuevo objetivo, tenderá a convertirse en un límite. E imaginación, porque hay que trazar un plan mayor y dividirlo en pequeñas metas alcanzables y relacionadas, motivando al niño para alcanzarlas sucesivamente.
Por tanto, la exigencia amable debe gobernar todo el proceso de educación y desarrollo de la persona (¡¡y no sólo de los niños!!), para prevenir la aparición de límites y más límites. Requiere mucha alerta y consciencia, pero sin embargo, es una enseñanza muy agradecida: si se enseña bien, los niños la aprenden tan rápido que son ellos mismos quienes mejor aplican la autoexigencia. Y este es el punto más crítico de todos: no siempre vamos a poder estar presentes para aplicar la exigencia, y debería aplicarse en cada oportunidad, así que la mejor solución es que sea el propio niño que se haga cargo de ello.

Y acabo recordando que en esto, como en todo lo referido a la educación, el ejemplo es fundamental. Así que conviene que nos hagamos la pregunta a nosotros mismos: ¿practico la exigencia, o vivo en el reino de la inercia?... y no hay que responder, sólo hay que ver cómo actuamos la última vez que conseguimos una pequeña meta.